miércoles, 30 de julio de 2008

MARAVILLOSO EJEMPLO. NOMPAREDES

25 de septiembre de 1983

Que ejemplo, no solamente para la comarca de los Campos de Gómara, sino para toda la provincia y, y por qué no decirlo, hasta para la mayoría de los pueblos de España, el dado por todos los habitantes de este pueblo. Tiene tanta importancia, que creo debía ser aireado y conocido a escala nacional.
En el CAMPO SORIANO de 23 de julio, en “mis recorridos por los Campos de Gómara” escribía asombrado por la unión, el esfuerzo y enorme entusiasmo de estas gentes en la labor emprendida para la reconstrucción y embellecimiento de su Iglesia.
He procurado seguir la trayectoria de su intenso trabajo, y en las cuatro o cinco veces que me he acercado a curiosear, cada vez mi asombro y admiración crecían más y más.
Ayer, día 25, casi a dos meses de mi artículo, terminados los trabajos, y quitada la casucha adosada a su parte izquierda, afeaba y tapaba parte de la estructura de la fábrica exterior, recuperado el edificio su antigua prestancia, pintada su puerta de entra y terminado su interior, sacando toda su anterior belleza, rescatad de forma admirable su baptisterio, convirtiéndolo en una pequeña maravilla, recuperada en todos sus detalles la sacristía, digna de verse y elogiarse; el Altar Mayor, que careciendo en ningún tipo de valor artístico, ha asquito una enorme grandeza gracias al gusto con que se ha procurado realzar sus anteriores formas. A las cinco de la tarde, hora tradicionalmente española, la iglesia se vio llena de fieles, no solamente de los habitantes que con su gran esfuerzo consiguieron ver culminada su obra, sino de gentes de algunos pueblos comarcarnos que fueron a, no sé si acompañarles en ese día, o admirar la labor realizada.
Se celebró una misa oficiada por el Obispo de la Diócesis del Burgo de Osma, concelebrada con seis sacerdotes, entre los que se encontraban como es lógico el Cura Párroco de la Iglesia y el arcipreste de Gómara.
En la homilía, habló primeramente el Cura Párroco, D. Florentino García Llorente, verdadero iniciador y “culpable”, como inculcador del entusiasmo de los habitantes, agradeciendo a todos ellos su gran sacrificio económico y físico para poder realizar la obra que con tanto éxito se culminó.
A continuación, fue el Obispo el que en su homilía, daba las gracias a los mismos, no solo por su trabajo, sino también por su fe, que sin esta, a lo mejor, no se hubiese logrado.
Después de la función religiosa, el pueblo invitó a su Obispo y a todos los asistentes a un vino español, en la explanada de la Iglesia, vino acompañado de variadas tapas o aperitivos.
Posteriormente los habitantes del vecino pueblo de Bliecos, que celebraban una fiesta en el suyo, se trasladaron a este, hasta con la orquesta que tenían contratada para su fiesta, celebrando con enorme alegría, todos juntos tal acontecimiento.
Había que ver a esos hombres que han demostrado tan gran amor a su pueblo. No hay que olvidar que las iglesias en estos lugares, y porque no decirlo, en casi todos los lugares, es el verdadero espíritu de los pueblos, por su antigüedad, por ser las mejores obras arquitectónicas y artísticas, por haber visto pasar por ella generaciones tras generaciones, las alegrías y los sufrimientos, las que con sus campanas, que al son de sus diversos repiques, han servido para anunciar y avisar al pueblo de fiestas, muertes, peligros y prácticamente de todos los acontecimientos, son el centro de la vida de los mismos.
Por eso, no es extraño, que cuando una iglesia en cualquier pueblo se hunde, ¡qué poco de vida le queda a ese pueblo! Si queremos es absurdo, pero es una realidad axiomática.
Decía, que había que ver a esos hombres, que ufanos, que satisfechos y orgullosos se encontraban por la labor que na realizado, y que entusiasmo por no parar en esto sino por seguir trabajando unidos, codo con codo, como un solo cuerpo movido por un corazón múltiple en levantar, embellecer y luchar por su pueblo.
En realidad merecen un verdadero homenaje, no solo por lo que han hecho, sino lo más importante, por demostrar lo mucho que se puede y debe hacerse en los pueblos si se sigue su ejemplo. Que las campanas de su Iglesia volteen al aire su alegría no para llamar a fiestas, sino para inculcar su alegría y meterla en todos los corazones de los demás pueblos, para que al seguir el ejemplo en los suyos, podamos empezar a ver renacer la vida en tantos y tantos que se encuentran abúlicos y desesperanzados por carecer de esa unión, esa falta de no protagonismo. ¿Se puede por casualidad citar a alguien en concreto de todos los que han intervenido? No, son todo el conjunto en uno; para destacar a alguien habrá que citar uno a uno. Esto es lo admirable, lo que se debe de copiar, elogiar y elevar, esa total falta de personalizar en uno los méritos y el trabajo; uno solo no existe, es todo un conjunto.
Que sirva su ejemplo para ser seguido, que se abandones absurdos protagonismos, individualismos, envidias, egoísmos, y se fomente la unidad, el amor a los pueblos, el deseo de engrandecerlos y embellecerlos, cueste lo que cueste y pese a quien pese.
Si este ejemplo cunde, Soria entera se empezará a levantar y podríamos gritar de verdad: “¡Viva Soria!”; estaríamos seguros de que se marchaba hacia un futuro mucho más esperanzador, que no esa triste realidad que otros procuran darnos e inculcarnos con su gran indiferencia y fatalismo nefasto.
Hoy me voy a permitir con verdadero placer el gritar, a través de mi pluma, un fuerte, y quisiera enorme, grito para que se pudiera escuchar en todos los rincones de España. ¡Viva por siempre NOMPAREDES!

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