martes, 29 de julio de 2008

HACIENDO CAMINO. MONTEAGUDO DE LAS VICARÍAS

17 de mayo 1984

Sé, desgraciadamente, que el querer acercar y llevar nuestros sentimientos hacia otras personas por medios de escritos, ya sean artículos o libros, tardan mucho en ser comprendidos, si llegan a serlo alguna vez, en parte por falta de lectores, y más por el sentimiento de los habitantes de los pueblos, enormemente contrarios a cambiar y admitir sus fallos, o aquello que se puede oponer (aún cuando sea de manera muy superficial) a sus cerrados intereses o comodidades, rechazando la verdad, si esta es dura, siempre será rechazada con mayor fuerza, aún cuando sea indiscutible e irrefutable, verdad desgarrada, como la que nos presentan casi todos los pueblos de la provincia, sin que de ello se salve ni la capital.
En esta ocasión, escribiendo sobre este pueblo, desearía que la tienta de la pluma se convirtiera en tensas cuerdas que voltearan grandes y potentes campanas para poderla teñir con violencia y que su poderosa voz, al son del toque de arrebato, despertaran alarmados todos sus habitantes, y prestos y decididos, como si de un enorme fuego se tratase, se lanzasen como si de un solo hombre se tratase salvarlo de la catástrofe que se les avecina, mejor dicho, que tienen encima y que es más peligroso que un fuego, pues este no ocasiona ni humo, ni llamas pero destruye lo mismo o más. Esto lo tienen que evitar con todos los medios a su alcance, que afortunadamente pueden decir que son muchos.
Se alza a 803 metros de altitud, de extremo de Castilla en límite con Aragón, antigua frontera de los dos reinos; pletórico de historia, de la que conserva el castillo-palacio, las murallas (mal conservadas y tratadas) y la reformada iglesia, todo ello nos habla de la antigua grandeza e importancia que en su día tuvo, y que afortunadamente aún mantiene y conserva en buenas condiciones.
Posee todas las comodidades que la vida actual no da y exigimos. Agua corriente, alcantarillado, teléfono automático, pavimentación, gasolinera, estación de ferrocarril, en la línea Valladolid-Ariza; dos bares, dos tiendas de alimentación, escuela, en la que se imparte hasta 5º de EGB, los grados de 6º, 7º y 8º, se cursan en Santa María de Huerta, a donde los niños de desplazan (nunca mejor dicha una palabra en dos acepciones) en régimen de internado de lunes hasta viernes, por la tarde.
Paso a visitar en solicitud de algunos datos y a pedir poder ver detenidamente la iglesia por dentro, al cura párroco D. Esteban Poza Pérez, persona de la que guardaré un grato recuerdo, tanto por su amabilidad, como por el gran humanismo que emana de su palabra; creo no equivocar mi opinión al considerarlo como un gran misionero en tierras civilizadas. Me informa que la iglesia fue restaurada en el año 1980 en su parte exterior Norte y en una nueva cubierta de su estructura por la Dirección General de Arquitectura, gracias a un presupuesto de 12.700.000 millones de pesetas; más posteriormente, fue concedido otro de 4.700.000 millones de pesetas para el arreglo del interior. La iglesia está dedicada a la advocación de la Virgen de la Muela.
Es de estilo gótico, seguramente de principio del s.XVI; de destacar es su entrada, con la curiosidad de la rotura de simetría, en su interior dos capillas abovedadas de estilo gótico, teniendo adosados a sus entradas escudos tallados en piedra con flores de lys; el coro, plateresco mudéjar, tiene así mismo dos escudos nobiliarios, también en piedra; el Altar Mayor con la imagen de la Inmaculada Asunción y, por último, el retablo de Santiago.
A la salida del pueblo, en la carretera de Gómara, está situada la ermita de Nuestra Señora de Bienvenida, que por su forma y tamaño, bien pudo ser también iglesia del pueblo; fue restaurada en el año 1710, encontrándose hoy en lamentable estado de conservación interior. Hay que tener en cuenta que fue declarada Monumento Histórico-Artístico de Interés Provincial. Que palabros son empleados cuando se proyecta “dignificar” esos monumentos artísticos-históricos, manteniéndolos en ruinas. ¿Será que cuando se derrumban quedan más atractivos y bellos? Si es así… ¡Qué hunda rápido!!! Así, una vez hundido, podremos saber de que forma queda mejor.
Una cosa que no deja de admirar a los que visitamos Monteagudo es el cementerio, construido por el año 1930. Es imposible no quedar sorprendido al contemplar la forma de su entrada, siempre queda la duda de que si no se empezaría a construir para plaza de toros y, faltando presupuesto, se decidieran convertirlo al final en el cementerio. De verdad, que estoy casi seguro que no exista otro en toda España, con esa rara y curiosa estructura.
En la carretera que le une a la N-11, y a cinco kilómetros del pueblo, se alzan las ruinas de un castillo en lo alto de un cerro, y en la ladera una ermita aún en perfecto estado de conservación ¿por cuánto tiempo? Lo ignoro, pero no creo que sea por mucho, que estuvo dedicada a la advocación de la Virgen de la Torre. Existe un detalle curiosísimo, según parece, y aseguran que lo es, el límite de Castilla-Aragón (o Soria-Zaragoza) pasaba por el centro de la misma ermita, cruzando este límite también por en centro de la pila bautismal que aún se encuentra en ella (sí, si, no se asombre, todavía no ha sido robada) correspondiendo la parte norte del cuenco a Castilla y la parte Sur a Aragón. El castillo, que pertenecía al patrimonio municipal, fue vendido hace unos cuantos años a un particular. Sigue hundiéndose a más y mejor. ¿Se acordará esa persona que un buen día le vendieron y compró un castillo?
Otra curiosidad es el cementerio viejo, que perteneció, y creo sigue siendo de la Iglesia. Su entrada es seguramente del siglo XVI. Mantiene una sepultura-mausoleo muy bonita, que perteneció a los Sres. de Monteagudo, más una cruz en forma de estela mortuoria de forma redonda, sumamente original. Pasar a verlo, es imposible si lo intenta hacer por la puerta, se encuentra firmemente cerrada, pero no se preocupe, puede hacerlo sin saltar siquiera por cualquier lugar de lo que en su día fueron tapias.
Creo que la Iglesia y el Ayuntamiento, se debían de poner de acuerdo, y bien de forma compartida o por cesión al Municipio del lugar, se decidieran en arreglar y embellecer el sitio, tirando lo despojos de sus tapias, manteniendo su portada, estela, cruces y sepulturas, ajardinarlo, plantar unos cuantos cipreses, sauces y chopos, logrando crear un parque de ensueño, de gran belleza y encanto. Es idea que dejo caer y que no debía ir a saco roto, aun cuando soy consciente que al dejar caer una idea, esta se rompe en mil pedazos. Pero deseo señalar que siempre estaría mejor en la forma que indico que no en su actual embellecimiento, convénzanse los causantes, que por mucho que se lleve y esté de moda el surrealismo, el decorar con orinales viejos, pucheros desportillados, cubos rotos, zapatos y zapatillas apolillados y raídos, más unas cuantas porquerías, aun existen muchas personas, que no encuentran belleza en esa forma de “decorar” y se acostumbra a pensar algo mal de los aficionados “decoradores” a los que hay que decirles: “Por favor, no sean guarros, que en vez de embellecer, lo que hacen es desprestigiar un bonito lugar, a un pueblo y a sus gentes. Empiecen a respetar a los suyos”. No hay derecho que un pueblo que mantiene muy bien cuidadas y limpias sus calles, permitan les desprestigien alguien de esas feas y cochambrosas costumbres.
Su historia está totalmente unida a sus murallas, puerta de entrada al pueblo y a su castillo-palacio, antigua casa feudal de los Mendoza, posteriormente los Sres. de Almazán y a los Sres. de Monteagudo. Hoy, ese palacio pertenece al patrimonio
municipal. Todo ello, ha sido declarado como Monumento Artístico-histórico de Interés Provincial. Han sido concedidos hace poco la cantidad de 30.000.000 de pesetas para la restauración del castillo-palacio. Voy a hacer un inciso sobre este tema, lo dejaré para después, pues creo necesario antes explicar la situación actual y real del pueblo.
Encuentro afortunadamente a Benjamín Martínez Blanco, nombrado alcalde en el año 1947 y cesado en el cargo en el 1972, fue alcalde durante 25 años, el cual me informa que cuando fue nombrado, el pueblo tenía 900 habitantes, en el 72, a cabo de esos 25 años, quedaban solamente 600, y hoy, la población total es de unos 450, de los que más del 70 por ciento supera la edad de los 50 años. Fácil es darse cuenta que dentro de 15 años, o menos, el pueblo se puede considerar acabado, será otro de los muchos del que se podrá decir: “Fue”.
El ganado lanar, que no hace mucho contaba con 15.000 cabezas, en estos momentos no alcanza la cifra de 3.000; la viña no llega a las 400 cepas, el manzano en cuatro años ha perdido el 50 por ciento de sus árboles; el cultivo de la remolacha, que llegó en su día a ser importante, es totalmente nulo; el embalse, llamado de Monteagudo, o Pantano Chico, y que se terminó de construir hace poco tiempo, debido a la sequía sufrida y por haber sido construido pensando en el abastecimiento del río, que de tal nada más tiene el nombre, si se desea ver agua en él, deberá ir provisto de unos cuantos cubos o baldes llenos del líquido elemento y arrojarlos antes al pantano; no tiene cría de cerdos; carece de ningún tipo de industria; no existe ninguna plaza hotelera, y para más fatalidad, en los últimos tres años de sequía, el cereal brilló por su ausencia.
Este, a grandes rasgos, es el panorama actual de tan maravilloso pueblo, no hace falta ser un futurólogo de prestigio para comprender que su futuro, a muy corto plazo, es enormemente desalentador.
Aun viendo de un color tan fúnebre y oscura su existencia, estoy plenamente convencido de que puede, no solamente salvarse, que debe hacer, si no que puede empezar a levantarse rápidamente buscando soluciones (que las tiene), emprendiendo un nuevo camino en forma unida, racional y entusiasta.
Posibilidades para ello no le faltan y muchos y variados motivos, entre ellos, la fácil comunicación con Madrid-Zaragoza-Barcelona, por la gran proximidad de la N-11; su estación de ferrocarril le puede ayudar abaratar la salida y recepción de productos; por todo lo que guarda de belleza histórico-artística y encontrarse en los cruces de Morón-Almazán y en el de Gómara, puede animar y encabezar parte de unas rutas turísticas, que se pueden hacer desde la N-11. Ahora es cuando basándome en esto último, vuelvo sobre la restauración del castillo-palacio.
Pregunté a Teodoro Labanda, actual alcalde (parece hombre decidido y con buenos ánimos) sobre el destino que se le iba a dar al palacio una vez terminadas las obras de restauración. No lo tienen decidido, han pensado, que lo mejor, será dejado para residencia de ancianos, o sea, si el fin del palacio al final es ese, es que se empieza a preparar ese 70 por ciento la “jaula de oro” para ir terminando sus días. ¿Es humano? Bueno, a lo mejor sí. ¿Es lógico darle ese fin? ¡De ninguna manera! De esa forma, se pierde una gran ocasión para ayudar a levantar el pueblo.
Una vez reconstruido ese palacio, se pueden optar por dos soluciones por igual de buenas, que en realidad en una sola. La primera, convertirlo en un parador provincial de turismo explotado por el Ayuntamiento. Esto crearía riqueza y puestos de trabajo. La segunda, ofrecerlo en explotación, mediante un buen alquiler rentable a una fuerte empresa hotelera durante unos años a los que al finalizar pasaría con la inversión que se hubiese hecho al Ayuntamiento si este lo considerara de interés. De una forma u otra, la verdad es que crearía bastante riqueza y puestos de trabajo. Es innegable mucha gente siente un verdadero placer en comer y dormir en estos paradores que han sido palacios o castillos antes que en ningún otro sitio.
Deberían también ir pensando en formar una mancomunidad con los ayuntamientos comarcanos, para todos en una unión fuerte, que es la que queda la fuerza, intentar (por hacerlo no se pierde nada) al crear riqueza con algún tipo de industria, fomentar el turismo, unificar gastos, estudiar nuevos cultivos, pensar que tienen una buena tierra para alfarería (que en su día ya existió) tanto industrial como artística.
Y por último pensar que si los poquísimos habitantes que quedan, no hacen nada por levantarse, son apáticos e indiferentes al futuro, opinan de manera fatalista que ya no hay no hay nada que hacer que todo es irreversible, el día de mañana sus descendientes dirán y con razón que ellos han sido los culpables del hundimiento y desaparición de tan histórico, artístico, bello y encantado pueblo.

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