martes, 15 de abril de 2008

BRETÚN HOY

En el ayer, en el extenso artículo del año 1986, hablaba del estado en que estaba la iglesia en su conjunto, me refiero al interior y al exterior. En aquel entonces, el pórtico era utilizado para guardar los tractores y la maquinaria agrícola, como si de un garaje exterior se tratara. En el interior, la suciedad y el abandono de suelos, paredes, retablos se había apoderado de todos y cada uno de esos lugares, incluidos unos importantes y curiosos lienzos decorados utilizados en la primera capilla a la derecha de la entrada, durante la Semana Santa. Todo estaba, como es lógico, en estado de abandono.
Tengo la suerte de encontrarme en el pueblo del Villar del Río con la joven Maricruz Martínez que me habla con verdadero entusiasmo de la nueva situación del pueblo de Bretún, asegurándome que no iba a conocer nada del mismo. Ese mismo día, un sábado, tengo que agradecerle que me llevase y me enseñase el pueblo de Bretún. Me presentó a Vicente Marín Miguel, persona nacida en Bretún y verdaderamente enamorado de su pueblo. Nos acompañó en nuestra visita a la iglesia que, en esta ocasión, me voy a permitir decir a la advocación a la que está dedicada y que es la Iglesia de San Pedro. Jamás me pude imaginar que existiera un hombre como él, capaz de dar un giro tan enorme, y utilizar un exquisito y fenomenal gusto convirtiendo lo que en el año 1986 dije que era vergonzoso en las condiciones en las que se encontraba el edificio exterior e interior de la iglesia. En aquel entonces, había una bombillita, o a lo mejor alguna más, que decían ser la iluminación de la nave. Hoy la iluminación que le ha instalado es realmente increíble aún contemplándola. Convierte los retablos, ventanas y techos… Bueno que para explicarlo mejor diré que se trata de una iluminación que desearían hoy en día muchas catedrales de España.
El coro, reconociendo que era un peligro el acceso al mismo, hoy en día el subir y contemplar desde el mismo toda la iluminación, los plafones que existían, creo que al igual que yo, los desconocíamos siendo un encanto la originalidad de los mismos: unos angelitos. Y si además se tiene el placer de que Vicente se siente en el taburete del órgano. Sí, sí es cierto, no me he equivocado. He dicho órgano y puedo jurar que existe y una vez ocupado el taburete por Vicente que cuando empezó a tocar su teclado con exquisito gusto, ambientó toda la nave y daba la sensación de que nos habíamos trasladado, nunca mejor dicho, al “pórtico del cielo”.
Los suelos ahora son de nueva y pulcra tarima; en los altares y retablos parece ser que jamás supieron de la existencia del polvo; el altar mayor, gracias a la limpieza y a la iluminación que se le ha dado, causa verdadera admiración; la sacristía está convertida en una tacita de plata y, sobre todo, hay que agradecer que antes de ahora no se le haya ocurrido a ningún mastuerzo, como en tantos otros lugares ha sucedido, el arrancar, quitar y suprimir uno de los encantos que para muchos sigue teniendo la existencia de los púlpitos. Aquí la fotografía que incluyo en el artículo confirma su existencia con toda la belleza que le caracteriza. ¡Ah! Y que no se me olvide, sería pecado que eso sucediera o sucediese, lo bien recogidos y conservados que están aquellos lienzos de Semana Santa. Así que en este caso hay que descubrirse y decir ¡aleluya!!! Se ha conseguido elevar la iglesia a límites impensables y casi, aún viéndolo, dudar de que se haya logrado. Por lo que tengo que repetir ¡aleluya!!!
Ya en el año 1986, año en el que se destruyeron gran cantidad de huellas de dinosaurios, llamadas por los grandes conocedores e intelectuales icnitas.
Me voy a permitir el concederme un lapsus para decir que considero aberrante que cualquier persona ignorante de la existencia de aquellos enormes y bestiales animales presuma de grandes conocimientos por llamarles a las huellas icnitas. Aconsejo que todos ellos tengan un rasgo de humildad y pregunten a personas capacitadas, o por lo menos pensándolo así por sus estudios. ¿Qué son las icnitas? Esa pregunta la he efectuado a médicos, abogados, licenciados en distintas materias y conocerlo como su significado sobre las huellas dejadas sobre aquellas tierras convertidas luego en pizarra o piedras, no se me ha dado el caso de que uno solo supiera lo que era. Entonces, sigo preguntando ¿por qué hay que poner los carteles diciendo “icnitas” cuando sería más fácil y lógico el leer “huellas de dinosaurios”?
Desgraciadamente Bretún ya no podrá recuperar nunca aquellas huellas que han sido destrozadas; y tampoco podrán asegurar que Bretún era la verdadera cabecera de donde partían aquellas bestias hasta llegar a La Rioja.
Curiosamente sería bueno que en la provincia de Soria sus altos dignatarios, diputacioniles y municipales, me refiero a los idílicos ediletes supieran y se dieses cuenta de que durante los años y siglos que aquellos animalitos estaban por estos lares, no existían fronteras, ni cambios de provincias. A ellos les daba lo mismo e iban donde les daba la gana.
Bretún ha perdido desgraciadamente toda aquella maravilla. Puedo asegurar que el culpable era precisamente un arqueólogo diputacionil, del cual nunca he podido comprender por qué demonios hizo tal aberración.
Sin embargo, los hijos del pueblo decidieron recuperarlo. En el año 86 ya se habían arreglado y reconstruido interior y exteriormente algunas de las casas que se consideraban acabadas. En esta ocasión, igual que antes en otras, se han ido superando. Tuve el placer de ser invitado a un vino por Vicente (antes se llamaba invitación a un vino español). Hoy hemos perdido, de forma absurda porque impera la pedantería más por el invitado que no por el invitador, la costumbre de solicitar y pedir de la región y de una de las marcas. Afortunadamente, tengo la suerte de que aún siendo un sibarita y saber deleitarme con el placer del paladar, dejar a parte este detalle y admirar el exquisito gusto que tiene el anfitrión en la decoración de su bello salón.
Es tal el cambio que ha recibido aquel pueblecito que aseguro que en el primer hueco que tenga, y aprovechando la mejoría del tiempo, acudir de nuevo a Bretún para poder deleitarme haciendo un estadillo de casas restauradas, sabiendo que la que así haya sido tratada será un orgullo el ver que mucha gente aún sigue amando al pueblo que les vio nacer y a la bellísima provincia de Soria.
En algunos artículos, en los del ayer terminaba diciendo “Réquiem por la bella Soria”; desgraciadamente hoy, las lamentables estadísticas de la provincia no permiten, ni a mí ni a nadie, el levantar la palabra Réquiem; aún cuando si en gran parte de la región empiezan a resurgir grandes amantes de pueblos como Vicente Marín Miguel, podré volver a decir lo mismo que de la Iglesia de San Pedro: ¡ALELUYA!!!

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