domingo, 3 de febrero de 2008

HUERTELES AYER Y HOY.- PERTENECE AL AYER



Huérteles AYER, una localidad con una media de edad joven entre sus habitantes


Antiguo municipio hoy agregado como barrio a Villar del Río, está situada en la carretera C-115 de Soria-Calahorra, a una altitud de 1.278 metros y bañado por el río Ventosa.
En el año de 1967 su población era de 420 habitantes, hoy no supera los 90, pero curiosamente este pueblo, al contrario de lo que sucede en otros de mucha mayor población, tiene mayoría de gente joven, niños ninguno (una pena); jóvenes de 15 a 35 años, 22; de más de 65 años solamente 15; quedando 55 entre los 35 y60 años; lo que da una media de edad que –repito- muchos pueblos con más habitantes quisieran para ellos. ¿Los motivos?, pues, francamente, no he sido capaz de situarlos con la necesaria actitud para comprenderlos. No sé si alguno del pueblo sería capaz de conseguirlo, pero la realidad es que es uno de los pueblos con media más joven de toda la comarca.
Tienen agua y luz más que suficiente, toda las calles pavimentadas, saneamiento y alcantarillado, teléfono (automático) en casi todas las casas, bien conservadas y cuidadas, excepto dos o tres que se encuentran en estado de ruina o semiruina. El médico reside fuera del pueblo, pero acude todos los jueves a pasar consulta en el consultorio que hay situado encima del Centro Social y tantas veces como son recurridos y solicitados sus servicios.
Carece de ningún tipo de comercio, surtiéndose de lo necesario por medio de la venta ambulante que acude al pueblo, y en los comercios de San Pedro Manrique. Solamente dispone del Centro social, local con bar atendido por una persona del pueblo. Durante el invierno solamente se abre por la noche y durante los meses de verano, también por las tardes.
El cultivo casi único es el cereal, concretamente trigo y cebada. Carece de ganado de cerda, de vacuno cuenta con unas 70 cabezas, siendo el lanar, ganado trashumante, el más importante con más de 3.000 cabezas. Las huertas, al hacerse la concentración parcelaria, se han abandonado como tales y hoy se cultivan también de cereal.
Como casi todos los pueblos durante los meses de verano su población se ve incrementada en doscientos habitantes, pero, como ya digo al principio, también como todos, esa población es sólo de mes y medio.
Lo que más me impresionó de todo el pueblo es un olmo, mejor dicho, un viejo tronco del que un día debió ser un impresionante olmo, que se encuentra dentro del atrio de la iglesia.
Alto, recio, rugoso, imponente y altanero, pero muerto, un muerto que se niega a rendirse intentando mantener un imponente y tétrico aspecto o como si se tratase de una extraña escultura majestuosa que quisiese reflejar la grandeza de que gozó un día no muy lejano. Me hizo meditar y pensar ¿no serás tú, viejo tronco, un reflejo de nuestros pueblos? Pudiera ser así, fiel reproducción de los mismos y al igual que ellos tuviste vida, alegría, verdor de gran esperanza de ser admirado y amado, refugio de los que buscaban la sombra y la tranquilidad en duros días del estío, tú, al igual que los pueblos fuiste cobijo de pájaros donde seguramente cobijaste los nidos que sirvieron para crear nueva vida en tus ramas y hojas debieron de quedar sujetos trinos y cantos de jilgueros y gorriones y debajo de ellas las canciones y risas infantiles que debían de llenar la alegría al pueblo y, hoy, todo acabó; perdiste tus ramas, hojas y belleza viva, los nidos, los trinos de las avecillas, dejaste de dar sombra y frescor, te secaste por falta de cuidados, mimo y de amor y entonces te abandonaron los niños también, se acabaron las canciones y las risas.
¿En qué te convertiste viejo olmo? Sólo en un viejo y añoso tronco, solitario, triste, que sólo puede vivir del recuerdo de tu antigua belleza, de tus recuerdos. Pero tú al igual que el pueblo, al igual que todos los pueblos, manteniendo su majestuosa y triste figura puedes al igual que ellos resurgir; tus raíces no han muerto, por ellas corren aún las gotas de nueva savia que te pueden volver a resurgir dándote una nueva belleza que unida a la ruina de tu antiguo esplendor te haga de nuevo tener junto a ti una vida más bella y mejor.
Estos pensamientos son los que, sin querer, sin darse cuenta, se tienen contemplando ese viejo tronco del olmo del atrio de la iglesia.
Comentando sobre ese viejo monumento, esa ruina, con unos jóvenes del pueblo, creo recordar que les dije: Cuidarlo, respetarlo y admirarlo tiene demasiada importancia, es un símbolo tan bello que no merece jamás permitirse que desaparezca.
¿Sentimentalismo, romanticismo, amor? ¡No lo sé! ¿Pesar, tristeza, pena por la concomitancia olmo-pueblos? ¡Sí!, evidentemente, eso sí es.
En este pueblo, donde la edad media de sus habitantes es relativamente joven comparada con infinidad de otros, es donde se puede pensar que pueden volver a brotar nueva vida y esperanza.
La iglesia carece de interés arquitectónico, ni exterior ni interiormente. Debió ser construida, seguramente, a mediados del siglo XVI, reconstruida, posiblemente, por hundimiento de la nave, a principios de 1800 quedando solamente de su primitiva construcción la parte correspondiente al altar mayor. Solo hay que destacar como detalle curioso la instalación de la pila bautismal en la parte posterior de la nave, colocada seguramente a mediados de los años 50, que reúne sencillez exquisita no ausente de dulce belleza.
Aun encontrándose dentro de la zona denominada como Tierras Altas este pueblo no ha sido afectado por la repoblación forestal del 73, bueno, en realidad sobraba este comentario al empezar diciendo que sigue habitado.
No quiero dejar de resaltar lo agradable que resultó el poder conversar, primeramente, con María Dolores Espuelas, joven de 17 años, estudiante durante los días lectivos en Soria y que me confirmaba que prefiere encontrarse en el pueblo los días que le dejan libre los estudios, sábados, domingos y fiestas.
Y la de otros de jóvenes que junto a María Dolores pude mantener una agradable conversación; me dejaron impresionado por un halo que transpiran sobre la satisfacción de encontrarse viviendo en su pueblo.
A vosotros, a vosotros jóvenes, sólo os pediría una cosa: Entre todos podéis limpiar y dejar libre de maderos la parte izquierda del atrio, un poco el suelo de hierbas, arreglar y embellecerlo con la plantación de alguna planta y conservar ante todo el monumento del viejo tronco del olmo.

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