lunes, 4 de febrero de 2008

ALCOCER AYER

Alcocer: (Alcozar)

Hace 14 años aproximadamente deseé escribir esto. Me alegro de no haberlo hecho y este momento es el más propicio para mí, por lo menos. El motivo es que hace unos cuantos años se publicó un libro, “El extremo de Soria” me parece que se llamaba, quiero recordar, del autor Hernández Lucas. Hernández Lucas era un personaje que por uno de los errores, que no solo ha tenido él sino bastantes más, citó como Alcocer a la Peña del Alcázar. Fue un error pero es lógico que le suceda a mucha gente. Después de él, ha escrito Aurelio Tejedor, también con unos errores, y segundo Antonio Ubieto que también ha cometido el mismo error. Todos han ubicado mal a esta población, algo que pasa en muchas ocasiones; tenemos el caso más famoso el de Numancia que llegaron a situarlo en Zamora; en un montón de poblaciones no muy alejadas cerca del Duero, era válido.
La Peña del Alcázar, cuando la conocí, no era como está ahora; ha sido expoliada, arruinada, machacada, denigrada. Ha sufrido lo más repelente que puede suceder a una población. Se abandonó. Por cierto, hay una anécdota que quiero resaltarla y ponerla de principio que es que yo deseé bastantes cosas sobre la Peña del Alcázar y una de ellas era poseer unas cuantas casas para levantar aquello de alguna manera. Fui a un pueblo cercano donde sabía residía una familia que había vivido allí y que tenía dos o tres casas, mejor dicho, dos o tres montones de piedras en aquello que fue una población. Pregunté, no estaba el marido y la mujer con la puerta abierta nada más que unos cinco centímetros me preguntó: “¿Qué desea?”.
Pues mire, contesté, yo venía a ver a …….”. (No recuerdo el nombre)
“Si es mi marido y no está”.
“Yo venía a que me dijera cuánto pide por esos montones de piedras que tienen ustedes y que fueron casas en la Peña”.
La contestación fue maravillosa y menos mal que la respuesta no se quedó atrás:
“¿Y por qué quiere comprarla?”
“¡Hombre! Porque me interesa, lo quiero hacer”.
“¡Claro! Usted quiere comprar esas casas porque sabe que allí hay un gran tesoro. Un gran tesoro hay en la Peña y usted lo sabe y lo quiere”.
“Dije, no señora, está usted muy equivocada. El tesoro eran sus habitantes. Como sus habitantes abandonaron a la Peña, allí no hay tesoro ninguno; el tesoro eran ustedes que mantenían aquel pueblo. Al abandonarlo se ha perdido. Hoy en día eso ya no vale nada, falta la materia prima que son las personas, los habitantes”.
Así quedó la cosa.
Luego procuré que se instalase el museo de las campanas. Seguro que hubiese sido la única solución para salvar tantas como fueron expoliadas de los campanarios de los pueblos.
Intentaba localizar cuál era el Alcocer del Mío Cid, del poema; no lo lograba porque hay otro Alcocer en Guadalajara que podía competir perfectamente con el Alcocer de Soria. Estaba convencido de que era el de Soria; no sé porqué pero si puedo asegurar que la Peña del Alcázar o Peñalcázar no pudo ser atacada por sus ochocientos caballeros, era imposible que la tomasen. Además era absurdo la pérdida de tiempo en aquella fortaleza agreste y con tantas defensas. Por lo tanto, tuve que buscarme el Alcozar-Alcocer de Soria. Hice una visita, subí hasta la ermita, vi el castillo, ¡Bueno el castillo!, esas rocas que quedan aún del antiguo castillo que había allí en un altozano, frente a la ermita encima de la población, del pueblo. Volví; volví ya no solamente por citar al Cid sino porque admiré el maravilloso artesonado que guardaba la ermita, y ahora saltan lágrimas; la ermita tan bella, la ermita de Nuestra Señora del Vallejo, frente al castillo y al fondo, el valle amplio, grandioso. Allí arriba se encontraba la ermita, con un artesonado sublime, maravilloso del que me enamoré y dije ¡Qué pena que un día se pueda destruir! No, no, no me equivoqué, ya está destruido. Desgraciadamente, hace cuatro días, cuando lo visité por última vez, no pude entrar a la ermita porque estaba atrancada la puerta de la entrada con unas vigas artesonadas que habían caído y aquel artesonado tan maravilloso está desecho por dentro. Era preferible llamar a un anticuario y vender todo eso antes de que se destroce una belleza de esas.
Hernández Lucas lo confundió con la Peña del Alcázar, pero yo también me confundí porque me creí en un momento que pudiera ser Alcocer de Guadalajara donde hubo una gran batalla, que se desarrolló allí, entre el conde García Fernández y el gran militar Almanzor que hizo correr a todos los cristianos. Se puede ver en el poema del Mío Cid si alguien se atreve a disfrutar, como yo podía hacerlo leyéndolo en el castellano puro y antiguo con el que se escribió. Ahora, eso ya parece que molesta a la gente pero es una pena porque se disfruta mucho. Ahora bien yo aconsejo a todo el mundo, y esto también va para el amigo Juan Antonio Marco, archivero del Ayuntamiento de Soria, una gran persona y un gran personaje también, y voy a convencerle de que se acerque a Alcocer, vea las cosas del pueblo, que suba a la ermita; a la izquierda de la ermita está el cementerio, pero hacia la derecha, teniendo cuidado de no perder el pie y salir rodando, puede contemplar, sentándose en el suelo, o si alguien tiene el capricho, como lo tengo yo, fotografiar estas cosas tan bonitas para poder justificarlo plenamente, comprobarán que en el valle en una gran explanada, debajo de la ermita y debajo del castillo, hay un espacio abierto, precioso, no es una belleza incalculable es muy bonito, si desde este punto entornan los ojos, se remontan unos cuantos cientos de años atrás, podrán ver, con un poco de imaginación, que allí pudieron establecerse con espacios amplios las tiendas de campaña para ochocientos caballeros y la mesnada a pie.
Que yo me dedique a explicar algo del Cid y de Alcocer me parece absurdo completamente puesto que todo el mundo lo puede ver en el poema del Mío Cid que hay traducciones perfectas que dentro de un orden, y si no quieren sacrificarse un poco y esforzarse en leer en la lengua tan preciosa del castellano puro, bueno pues una traducción también es cómoda y se puede enterar perfectamente. Allí sentados lo pueden comprobar haciendo fotografías, y sin hacerlas, no hace falta. Pueden subir, bajar al valle, enfocar con las cámaras hacia la ermita y el castillo, bueno hacia los restos de las piedras que son un montón de ellas a pesar de que no era un gran castillo. Pero lo que más me gusta demostrar que Cid era aparte de un hombre muy grande porque según dicen tenía más de dos metros de estatura y una fortaleza impresionante el peso de sus espadas que él usaba, no era precisamente de corcho, ni de maderitas pues estarán de acuerdo de que el Cid lo conquistó porque ver allí abajo, en las tiendas, aquel pequeño ejército que él llevaba y le seguía a todas las partes. Llevaba unos caballeros entre los que había uno que a mí me tiene muy entusiasmado. Era Minaya. Hay un pueblo en la provincia de Albacete, cerca de la Roda, que se llama Minaya. Y yo quisiera saber algún día si aquel Minaya, llegando en camino hacia Alicante, pues también dejó su nombre en aquella población.
Súbanse al castillo, a la ermita y a la explanada, cierren los ojos, mejor entórnenlos, no los cierren porque se pueden caer, y miren al fondo. Verán las tiendas los gallardetes, los caballos y los caballeros. Si no lo ven, no se molesten porque la verdad, la belleza está también en la imaginación. Si no sabemos situar las cosas, malamente. Eso nos demostrará que el Alcocer aquel, es el que el Cid Campeador conquistó, al poco tiempo lo vendió, lo volvió a conquistar. Bueno, hizo lo que le dio la gana, que para eso era el Cid Campeador. Ya tenemos fijo Alcocer.
Ahora vamos a mirar un poco la situación de la ermita de Nuestra Señora del Vallejo. Del castillo ya no existe nada porque seguramente pasase como en tantísimos pueblos que la gente para construir una casa, un ayuntamiento o una casona, quitaron las piedras de palacios, de castillos, de las ermitas, de donde hiciese falta con tal de tener piedras. Digamos que es normal. Tuve el placer en Alcocer de conocer a una señora de nombre Gloria Pastor, natural de Alcocer, que reside normalmente en Zaragoza aunque temporalmente, porque cuando llega la primavera vuelve a Alcocer y se marcha después del Pilar volviendo a Zaragoza donde viven también sus hijos, Miguel Ángel y Pilar.
Ella se molestó en enseñarme todo el pueblo; lo único que no pude ver fue el interior de la iglesia, pero tampoco merecía la pena. Si vi lo que fue el antiguo Ayuntamiento, porque claro este pueblo ha perdido su calidad de municipio y ahora es un agregado de Langa de Duero, el cual le han convertido en una especie de museo local bonito de verdad, donde se exhibe la vida de Alcocer: Posee su habitación con la cama, la palangana, el orinal, la silla, la cocina castellana pura con fuego de pie y una chimenea, tiene la cantarera con sus cantaros, una mesa con dos sillas y el porrón. Algo muy curioso. Hay una cosa sobre todo que me cautivó por que no lo había conocido y ojo que conozco muchas cosas; no lo había visto nunca; ha sido la primera vez que lo veo. Pensé que era un cantarera extraña con un agujero y otros dos un poco raros; pero una cantarera, de manera que entre dos personas podían llevar tres o cuatro cantaros, no lo sé. Pero no, no era eso. Era una cosa mucho más sencilla. Se trataba, nadie se lo puede imaginar. (en la fotografía que pongo del museo la pueden ver) ¿Cómo se llama? Era un andador infantil donde se ponía a los niños y ellos corrían evitando caerse y ni darse golpes. No digo que no; posiblemente, pero los niños siempre se han caído con el andador ese y sin él; con chichonera o sin chichonera, y se han hecho chichones, eso es inevitable, antes, ahora y creo que seguirá siéndolo, era sumamente original. ¡Cómo para imaginarme que era un andador! ¿Por qué? porque tiene el asiento central donde ponían al niño, de manera que pudiera andar hacia delante o hacia atrás, empujando con los pies. Muy original, pero sobre todo curioso para los que nos gusta ver estas cosas ¡Admirable!
Luego tiene una pequeña habitación con una cama y libros; también tiene lo que es una sala de escuela, de las escuelas de antaño, con el mapa, los pupitres, un ábaco, su pizarra, los pizarrines las tizas. Todo muy original y muy atractivo. Pero no queda ahí la cosa. Fui a ver otro pequeño museo que tenía un montón de cosas amontonadas pero lo curioso era que está instalado en el lavadero público, donde iban las mujeres a lavar y darle con la pala a la ropa, pensando en otras cosas al pegar con la pala, aunque creo que alguna vez han debido lavar la ropa.
Evidentemente ya no tiene agua, pero allí según me dijo Gloria, se encuentra un reloj grande que debe ser el que había en el castillo hace años. Yo no lo he llegado a conocer, entonces hace catorce años ya se había quitado. Claro también había caído el castillo; en él se encuentran azadas, serruchos y arados romanos, que se han estado usando hasta la aparición del tractor, todos los aperos necesarios, además las tijeras de podar y las de trasquilar a las ovejas; todo eso lo tienen allí amontonado junto a muchas otras piezas que resulta imposible de definir una a una. Lo mejor es ir a verlo y darse un paseo por Alcocer, un pueblo que fue y conquistó el que conquistó media España para su Rey.
Siempre he pensado una frase que ha de ser cierta. Un rey moro de Zaragoza le dijo al Cid: “Habéis conquistado Valencia, además con la ayuda de él, porque le ayudó a conquistar Valencia a los moros, poneros la corona de la ciudad” Y dijo: “No, pertenece a mi rey”.
También que tenía el rey es como el que tenían los españoles que le llamaban Fernando, el de las canciones infantiles que usaba palala, pelele, pilili, pololo, pululu, una canción que se cantaba utilizando una vocal en cada estrofa. Pues cuando lo echaron de una patada el emperador Napoleón, el pueblo se sublevó, el pueblo quería que volviera el rey Fernando, y Napoleón decía:” ¡Lástima de pueblo que muere por defender a un rey que no merece serlo!”
Bueno, pues aquel rey del Cid Campeador tampoco merecía serlo, pero el Cid Campeador luchaba para darle todo a su rey, en fin ¡Qué Dios nos ampare! Y sigamos hablando de Alcocer que es lo nuestro en este momento.
La entrada del pueblo es sencilla, está pavimentada y el pueblo está bien conservado y atendido. Pero tiene un único defecto y es que no tiene habitantes.
Gloria una maravillosa y joven mujer, de aspecto juvenil merece mi felicitación. Sabe vivir, cuidar su pequeño jardín, sus flores y es feliz por aquí. Así que animo a todos los sorianos y a todos los aficionados a la historia a conocer aquel lugar.
Verán que no han perdido el tiempo y merece la pena.
Muchas gracias si me hacen caso, y sino peor para ustedes.


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